jueves, 2 de julio de 2015

Galería de miedos

Lo primero que se muestra en la exposición, justo al ingresar, sobre un pedestal y en todo su anti-esplendor, es el temor a fracasar en mi deseo de ser escritora. La pieza contiene: la falta de un mínimo reconocimiento, aunque sólo sea familiar; la ausencia de una voz propia; cero libros publicados (ni siquiera una auto-publicación, o la versión digital de un título); ningún reconocimiento, premio o beca otorgado a mi mérito o talento literario; una vida llena de días desidiosos o procrastinados, quizás destinados a ponerme gorda o a atender hijos; y sobre todo: una vejez llena de frustración, resentimiento y vergüenza.

Una vez que el visitante terminó de admirar/despreciar la obra que inaugura el recorrido, pasará a la sala del sobrepeso. Recargadas en tres paredes pintadas de negro, sobre el piso porque no hubo el presupuesto ni el personal ni el interés o la energía o la determinación para colgarlas con clavos, varias fotografías exhiben mi anatomía en distintos momentos históricos y desde diferentes ángulos. Es un trabajo diacrónico que se centra en publicar y difundir una verdad: que mi cuerpo ha sido conquistado por la pereza e invadido por la grasa y la celulitis. Parecen retratos topográficos, llenos de bultos, hoyos y extensas planicies redondeadas. La suma de la complacencia y la comodidad. Y escondida tras la materia, etérea e invisible para los ojos, una falta de amor y respeto propios que ha dado forma a la carne.

El siguiente salón es el del sufrimiento familiar. Tres piezas escultóricas componen esta sección de la galería, la más conceptual de todas. Están Divorcio, elaborada en vidrio astillado, Enemistad Con Los Hijos, una obra experimental que consiste en una esfera de barro hueco con unos audífonos que el visitante deberá utilizar para conectarse al silencioso vacío del interior, y por último, Muerte De la Progenie, una instalación llena de clavos remojados en una sustancia química que, al entrar en contacto con la piel, puede causar náusea, asfixia o catatonia en el visitante.

El pasillo en donde concluye la exhibición contiene el último miedo significativo: La Locura o La Enfermedad Mental, y es un performance interpretado indefinidamente por una mujer desnuda cubierta en pintura roja, quien tiene cinco estancias posibles: una cama, un sofá, una mesa con dos sillas, un sanitario y por último, el espacio total que abarca los cuatro anteriores. Mientras la mujer se encuentre en uno de los primeros cuatro sitios, estará en actitud distante y abúlica (el espectador podrá relacionarse con la mujer cuando se encuentra en la mesa, ya que la segunda silla está pensada para ello: siempre que la fémina se encuentra acompañada a la mesa, responde a la presencia del otro con una mirada fija y abisal). En el quinto espacio, que es la suma de todos, se agitará en convulsiones errantes, moviéndose, estrellándose y retorciéndose entre todas las paredes y el piso, en una danza contemporánea inspirada en Pina Bausch.

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